| 20 abril, 2021

Es claro que, de marzo 2020 a la fecha, cuando tuvimos que confinarlos por la pandemia COVID-19, las y los académicos nos hemos visto obligados a cambiar nuestras prácticas de docencia, investigación, vinculación y gestión académica. Al hacerlo, hemos ido aprendiendo mucho más que cuestiones académicas. Hoy apreciamos distinto la vida, las relaciones y también los artefactos. La experiencia de vulnerabilidad ha sido un motor para ello.

Ideas que encontramos desde hace muchos años en libros de educación e incluso en las voces de quienes han planteado «la educación virtual» como modo viable y potente hace ya décadas, hoy se nos revelan como aprendizajes personales. ¡Qué vigente sigue siendo el planteamiento de Dewey sobre el aprendizaje basado en la experiencia! Hoy nos aparece con extrema claridad que la disposición del aprendiz es clave para aprender, así como el interés en aquello que se aprende, que el cuidado de la relación educativa también lo es, y que el cuidado del bienestar de todos y todas los involucrados en el proceso enseñanza-aprendizaje es sumamente relevante para lograr la intencionalidad educativa.

Hoy tenemos una idea distinta de nosotros mismos, del ITESO y de los estudiantes. Nos reconocemos más capaces de adaptarnos, comprometernos, apoyarnos y autogestionarnos.

Todos nos lanzamos a la alberca de la virtualidad, queriéndolo o no, con más o menos miedo y recelo, pero esto no significa que todos lo hayamos hecho igual ni que tengamos hoy la misma capacidad de nado. La adaptación rápida, la flexibilidad, la gestión de la incertidumbre y el manejo emocional, han sido aprendizajes claves para la vida, incluida la académica.

La práctica educativa ha tenido modificaciones no solo por cambiar de espacio o por usar una u otra plataforma. La flexibilidad empática por la persona-aprendiz y sus circunstancias, que también son las nuestras, las de nosotras como docentes, se advierte atributo imprescindible del acompañamiento educativo.

Estamos dando algunos pasos para ir de la autonomía deseada o declarada en marcos institucionales y discursos pedagógicos, a hacer esfuerzos de “autonomía actuada”, iniciando por nosotros mismos. Nos hemos reconocido y asumido aprendices. Hemos constatado esta idea de “nadie sabe todo y todos saben algo”. La inmersión en el hábitat digital, se nos coloca como ejemplo propio del aprendizaje situado, y en ese ir participando de los territorios digitales, nuestros estudiantes nos han ayudado a aprender, nos han mostrado modos de participación.

Continuará.