| 24 mayo, 2021

En este momento en el que como humanidad vivimos diversas crisis: crisis humanitaria, crisis educativa y de manera contundente una honda crisis de la globalización o de la mundialización, que claramente se ha apartado del ideal de que las iniciativas e instituciones humanas, estaban llamadas a servir a todos los seres humanos para servir a solo a unos pocos, surgen desde diversos ámbitos de la vida social, política y cultural la pregunta sobre ¿Qué podemos hacer desde nuestro contexto local y nuestro hacer cotidiano para dar respuestas que permitan superar la crisis? Y en concreto ¿qué podemos hacer quienes estamos en el ámbito educativo, para promover un cambio de relaciones interpersonales, colectivas, societales que desde lo cotidiano y local contribuyan a unas nuevas relaciones globales?

La respuesta a esta pregunta no es simple, ni única, de hecho, en diversos lugares del globo, muchos grupos de educadores se vienen planteando innovaciones para una Educación Transformadora, una Educación Pertinente, una Educación para el Cambio, una Educación para Tiempos Difíciles, una Educación para la Paz y la Convivencia desde perspectivas socioeducativas, pedagogías situadas, contextualizadas o pertinentes.

Todas estas propuestas de una forma o de otra, buscan promover el cuidado de la vida como una de las tareas necesarias e insustituibles para la sobrevivencia humana y de los sistemas sociales, económicos, políticos y culturales, así como de la compleja diversidad de los ecosistemas naturales. Así, esta necesidad de cuidado surge de la constatación de una realidad palpable, todos los seres vivientes del planeta somos interdependientes, necesitamos ser cuidados y debemos el cuidado a otros y a otras.

Este cuidado no surge solamente de una relación de beneficio mutuo entre quién cuida y a su vez, es cuidado, sino desde el reconocimiento de la dignidad de los seres humanos, entendida ésta como el inmenso valor no negociable, no entregable, no sustituible que tenemos como personas, y que asumimos al ser responsables y coherentes con ese valor, tenemos la determinación y el carácter, para protegerlo por encima de todo, al lado y por respeto de los demás seres humanos, nuestros conciudadanos y conciudadanas y de nosotros mismos (Cfr. De Roux, 2009); este reconocimiento impide cualquier tipo de discriminación promoviendo la igualdad desde la dignidad de todos los seres humanos.

También supone, como afirma Mejía (1988) entender el cuidado del otro como sinónimo de preocupación, que no puede estar reducido a un impulso de vivir, sino que está en la base del ser y que al ser vivido de manera consciente sabe que su existencia está siempre en juego. Desde esta perspectiva, entonces, el cuidado es un modo del ser esencial de lo humano, porque forma parte de su posibilidad de existir y la educación puede ser el medio para aprender a cuidar, a cuidarnos y a integrar el cuidado en la vida diaria como una manera de estar en el mundo.

Referencias bibliográficas 

            De Roux, F. (2009). La dignidad humana en discurso Universidad de los Andes. Barrancabermeja: Programa de Desarrollo y Paz para el Magdalena Medio.

Mejía, J. (1998). Recuperar la conciencia de sujeto. La interioridad, dimensión olvidada. Bogotá: CINEP/PPP.

Autora:
Dra. Luz Elena Patarroyo López
Posdoctorante